jueves, 12 de enero de 2012

Un mundo de agua




En aquellos momentos en los que escucho las palabras equivocadas  deseo sumergirme en un mundo de agua. Cuando siento que me miran los ojos que no deben mirar, porque no me ven,  quiero un mundo de agua. Cuando hay tanto espacio a mi alrededor que  puedo moverme  y correr de un lado a otro sin encontrar manos, ni labios, ni caricias, busco un mundo de agua.

Quizás haya nacido en el elemento equivocado. Hace siglos se asociaban los cuatro elementos a los patrones de la naturaleza, y en mi naturaleza el agua se manifiesta como algo íntimo y esencial.  Me da consuelo, me abraza, me sostiene y me permite moverme con absoluta libertad.

En el agua sólo escucho mis propios pensamientos, todo lo demás es silencio. Y no necesito ver más allá del espacio en el que deseo avanzar o simplemente permanecer suspendida como una planta acuática. En ella encuentro paz, armonía, un mundo propio en el que todo es amable, dulce, benévolo.

¿No deseamos todos encontrar un espacio en el que desaparezca la rebeldía, el desasosiego, donde imaginemos que no es necesaria la lucha?  En el agua las lágrimas se funden y desaparecen, se diluyen, y puedo sonreír con los ojos cerrados sin necesidad de imaginar un mundo inalcanzable, mejor.

Un mundo de agua. Así es como imagino mi alrededor cuando deseo no estar donde estoy, porque me calma una sed más profunda que la sed.
Carmen Otero

¿Subes o bajas?